EL CONFLICTO ENTRE LOS PUEBLOS INDÍGENAS Y LAS NACIONES


A principios del siglo XIX, durante las guerras de independencia contra el dominio colonial español, algunas élites criollas latinoamericanas percibieron en la mayoritaria masa indígena campesina un aliado potencial en su lucha por el poder. De acuerdo con el contenido liberal o conservador de su programa independentista, los criollos procuraron o evitaron aliarse con los indios.7 En cualquier caso, para los criollos la idea de construir naciones poderosas y soberanas suponía la eliminación de los factores de atraso que impedían a los países latinoamericanos crecer al ritmo y modo de sus admirados modelos: Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y el mayor signo de atraso para ellos era la presencia indígena con sus formas de vida, cosmovisión y lenguas diferentes. En el programa liberal decimonónico, los indios eran el obstáculo fundamental para el progreso.

La capacidad para construir naciones por parte de las élites criollas latinoamericanas ha sido, en general, muy limitada; ellos justifican su incapacidad por la presencia de los indios, estigmatizados como grupos humanos que se resisten a asimilarse a la cultura moderna que los estados imponen como forma superior de vida. En la nación propuesta por los criollos y mestizos, los indios no tenían lugar. Para eliminar el obstáculo se diseñaron diversas estrategias con énfasis distintos según países, circunstancias y momentos, que iban del exterminio a la asimilación de las poblaciones indígenas. La homogeneidad preconizada por ellos a partir de la estrategia del mestizaje significaba la desaparición de los indios como tales. Sus expresiones más contundentes han sido las reformas agrarias implantadas por México (1936), Bolivia (1953) y Perú (1969), que negaron por decreto la existencia de los indígenas, que en adelante debieron asumirse como campesinos, y a los que les fueron impuestas formas productivas distintas a las ancestrales que ellos practicaban.8 Los resultados fueron variados según las regiones en el interior de cada país y entre los países: no eran los decretos sino las fuerzas económicas dominantes y la dinámica de las relaciones interétnicas prevalecientes, los que determinaron la profundidad de los cambios. La negación del componente étnico de grandes poblaciones campesinas es una de las manifestaciones del racismo imperante.

La ideología racista elaborada por los blancos convirtió las diferencias culturales entre blancos e indios en diferencias biológicas, y aunque el discurso racista tuvo tópicos diversos según el país, contenían más o menos los mismos elementos. Bajo un barniz cientificista, las diferencias raciales sirvieron para legitimar y reproducir la condición subordinada de los indios que permitía la expropiación por los grupos dominantes de la riqueza producida por ellos en situaciones muy cercanas a la esclavitud. En los países andinos los indios eran, además de mayoritarios, la única fuerza de trabajo disponible y por tanto la fuente por excelencia de acumulación de riqueza. Los blancos repudiaban a los indios pero no podían vivir sin ellos.

La agricultura de altura en los Andes se caracteriza por su baja productividad, a causa de las condiciones climáticas extremas: bajas temperaturas, así como pobreza de suelos y heladas, que obligan a un uso extenso del tiempo de trabajo,9 mediante variadas formas de cooperación entre las unidades familiares y las comunidades (ayllus), basadas en el parentesco y en formas específicas de apropiación del territorio, en una estrategia consistente en la diversificación de cultivos y la combinación de agricultura y ganadería, trabajando en varios pisos ecológicos:10 el control vertical de un máximo de pisos ecológicos.11 Estas formas complejas de organización del trabajo agrícola creadas por el campesinado andino, antes incluso de la consolidación de instancias políticas centralizadas y muy anterior a la llegada de los españoles, ha persistido hasta la actualidad adaptándose a las nuevas condiciones, hecho que también explica la mayor persistencia de las identidades étnicas en los países andinos.

Las formas productivas andinas eras ajenas a la lógica productiva de los conquistadores españoles, que optaron por dejar en manos de los campesinos quechuas y aymaras el control de la producción agrícola, y se apropiaron de la riqueza generada por ellos por la vía del tributo, en una relación rentista y parasitaria. Incluso la participación de la fuerza de trabajo en otras actividades productivas como la minería, no significó el desplazamiento definitivo de población campesina a la actividad minera, sino sólo temporalmente, conservando los ayllus, las comunidades campesinas, la obligación de proveer la fuerza de trabajo, temporal y rotatoria, para la explotación minera de propiedad criolla. Golte subraya la capacidad de adaptación que las formas productivas andinas han mantenido frente a los procesos de modernización capitalista, mientras que los sectores criollos conservan su lógica rentista refractaria al progreso.

En Mesoamérica las condiciones climáticas fueron menos adversas para la productividad del trabajo agrícola y la tendencia prevaleciente fue la conducción criolla o mestiza de los procesos productivos en los espacios de mayor productividad, desplazando a las poblaciones indígenas hacia las menos productivas: los desiertos, las selvas y las montañas, las regiones de refugio,12 y favoreciéndose la tendencia al mestizaje en las zonas más productivas a cargo de los criollos y mestizos. Las comunidades indígenas replegadas preservaron también su autonomía productiva y su cultura.

En la región andina, la de mayor concentración indígena, las fronteras nacionales se diluyen. Por la precariedad de los procesos de construcción nacional en los países andinos, que es consecuencia de la polarización étnica, social y geográfica, la ausencia de alianzas y la debilidad del mestizaje, las fronteras impuestas por los procesos de independencia carecen de sentido para sus habitantes indígenas, que comparten con sus vecinos al otro lado de la frontera un mismo hábitat y recursos naturales, costumbres e idioma, y en cambio se sienten muy lejos cultural y socialmente de las élites blancas o mestizas que los gobiernan desde espacios lejanos, los despojan de sus recursos y desatienden sus problemas. La constante en los proyectos y discursos indianistas en los Andes en los últimos 500 años es la idea de la reconstrucción de la unidad política inca, destruida por la conquista española y no sustituida por ninguna de las iniciativas políticas posteriores 

El fenómeno más relevante ocurrido en México es el surgimiento del EZLN, que nace del encuentro entre una vanguardia mestiza que propone una estrategia de lucha armada y de construcción de una sociedad no capitalista que convoca a la lucha al campesinado indígena de Chiapas (un estado fronterizo con Guatemala) donde las estructuras productivas, sociales y políticas son más cercanas al país centroamericano que al conjunto de México. El movimiento se inicia como guerrilla en espacios alejados del control estatal y militar y busca fortalecerse incorporando población campesina indígena como base operativa de sus acciones, para en un mediano plazo coordinar procesos insurreccionales entre sectores más amplios de la población.

La alianza indo-mestiza se propone luego de un tiempo de trabajo clandestino en la selva y los Altos de Chiapas, donde la vanguardia mestiza se inserta y encuentra un trabajo organizativo previo iniciado en los años setenta, hecho por la iglesia progresista y por diversos grupos de izquierda que han contribuido a la autoorganización del campesinado indígena y a su toma de conciencia. Un grupo de comunidades optan por la propuesta de preparación para la autodefensa armada que lleva el EZLN, luego de agotar otras vías y enfrentar reiteradamente la arbitrariedad e impunidad de los terratenientes y caciques locales.28

El EZLN afirma la subordinación de la vanguardia mestiza a la indígena, formalizada en el rango de subcomandante de Marcos y de comandantes de los indios y en el mandar obedeciendo que los vincula. Afirma también que la decisión de iniciar la lucha armada fue tomada por las asambleas de las comunidades indígenas por consenso de acuerdo con sus propios tiempos e intereses, y no una imposición de la vanguardia mestiza.29Así se inició la acción armada el 1o. de enero de 1994, al mismo tiempo que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México que en la propaganda gubernamental era presentado como el ingreso de México al Primer Mundo.

Para las autoridades y para la sociedad mexicana, la rebelión fue una sorpresa. Una movilización multitudinaria en la ciudad de México exigió al gobierno conceder un trato humanitario y condición de beligerancia a un ejército precario de campesinos indígenas armados con rifles de madera. Se establece entonces una tregua y se inicia el proceso de negociación; paralelamente se establece una estrategia de cerco militar en las zonas rebeldes.

Al salir a la luz luego de una larga clandestinidad, el EZLN confronta una realidad nacional e internacional distinta a la que dejó 10 años antes. La respuesta de la sociedad civil nacional e internacional, así como de las propias autoridades y fuerzas militares, lo obliga a hacer ajustes en el discurso, en las demandas y en la estrategia, buscando ser coherente frente al proceso de lucha iniciado y a las condiciones del mundo actual, antes que con los dogmas ideológicos de una izquierda rebasada. Las habilidades comunicativas del Subcomandante Marcos y los recursos tecnológicos disponibles para la comunicación han permitido que la experiencia zapatista se proyecte como punto de encuentro y reflexión sobre las posibilidades de la lucha en el mundo globalizado.

Su discurso trasciende los límites del racismo imperante y asume como sujeto revolucionario al campesinado indígena a partir de un prolongado contacto con él. Los zapatistas se propusieron incorporarlo, pero el conocimiento de sus condiciones de vida, necesidades, valores y cosmovisión, les revelaron las potencialidades de ese acervo como arma estratégica y como programa. Por ello reconoce en el encuentro de militantes izquierdistas urbanos con los grupos indígenas mayas la experiencia del conquistador conquistado, que buscando enseñar a los indígenas a luchar, resultaron educados por ellos, fueron asimilados, asumiendo sus demandas, sus formas de lucha y su cosmovisión.






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